José Garnería

Analizar la obra que realiza este artista, supone un reto; sobre todo por la profundidad y significado existente en lo que realiza. Empleando distintos medios ofrece una obra cuyo magnetismo poético, emanado a través de la suave mixtura técnica, denota humanismo interior. Esas suaves veladuras, ese colorido tenue, pero sin embargo vigoroso y cálido, amparado en la rotundidad y decisión del trazo, convierten la obra en poética e íntima. Peiró a caminado desde, y hacia, una mixtificación ambiental altamente abstractizante, apoyada en su última época en una compartimentación espacial próxima, ligadas a las trilogías como símbolo de homenaje. Aparecen elementos recordatorios, de ese homenaje personal, que centran la atención y atracción visual, sirviendo el entorno para aclararnos el significado de esa exaltación.

La materia terrosa y arenosa, el collage tanto real como espacial, las formas corpóreas, el horizonte de un algo intuido y un cielo solo dedicado a lo superior, centran casi siempre esa especie de paisajes de fondo en donde lo único que importa es el tema de la partitura; y digo partitura porque la poesía de la que hablé, en absoluto se encuentra desligada de la musicalidad cromática, gestual y temática. Peiró Coronado es un artista “cuyo espíritu vagabundea por nublosas galaxias que todo lo llenan, quedando atrás el recuerdo”. Ello lo digo parafraseando un poema escrito sobre una de sus obras, aunque también pudiera decirse algo similar sobre el resto de sus cuadros. Son precisamente sus últimas trilogías las que más destacan en el conjunto de la obra, por la profundidad que en ellas subyace, al tener el espectador que irlas interpretando, al tener el espectador que ir analizando la obra en toda su perspectiva y profundidad. Sólo cabe decir que es un artista para el que importa no solo el plano sino también el espacio con todo lo que de tridimensionalidad comporta.

JOSÉ GARNERÍA. Crítico de arte. Director del Museo de Villafamés. 1982


Presentación. Una tan solo: que eres como pintas

Hoy me piden que haga una presentación tuya. Que hable de ti, de tu pintura. Tú sabes que podría hablar mucho, porque durante horas hemos contemplado tus cuadros. Durante horas, en silencio o hablando, hemos convivido allá, en Benicarló, mientras el sol se ponía en dirección a Morella -la gran mole capital carlista- y te conozco, me sé tus vericuetos, tus penas y alegrías, tus colores, tus temas. Pero hay algo que quiero recordarte, aunque sé que tú no lo olvidas:  Era julio y de golpe caímos por tu casa Juana, Miguel, Fernando y yo. Todo fue alegría y Carmen preparó la cena.

Mientras se preparaban esas cosas tan dulces que tu mujer cocina, subimos al estudio y desde allí -Peñíscola surgía de la noche como una nave aislada- contemplamos, por un instante, la huerta que rodea tu casa. Después nos fuiste ensañando las nuevas obras, los nuevos panoramas que ibas inventando –las malas horas que tú y Carmen pasasteis, se iban quedando atrás- y en tus palabras había un aire nuevo, fortalecido por el dolor de las horas amargas, superadas. Tus bodegones entusiasmaron a Fernando. A mí me admiró esa mujer solitaria que reposa su cansancio –un aire velazqueño y cotidiano la descubre- y a Juana le gustó ese retrato de mujer difuminada. Miguel –tú lo recuerdas- apenas dijo nada. Al final, con el aire de niño que le habitaba, te preguntó el precio de esas palomas arrullándose sobre el tejado y tú, a bromas, no quisiste venderlo. Luego mi madre –Miguel se había ido para siempre- recibió aquel mensaje que tú le enviabas como recuerdo de aquella tarde pasada junto a ti. Y ahora, al lado de los libros, de los objetos íntimos, de los papeles de Miguel, reposan tus palomas. ¿Qué otra cosa podría decir yo de tu persona? Una tan solo: Que pintas como eres. Hay en tus cuadros dolor y ternura. Hay en tus bodegones una enorme nostalgia por descubrir una realidad que nos circunda y que, por causas ajenas, permanece alejada de nosotros. Hay en tus cuadros una postura y esto, en arte, es lo más importante. El resto, las palabras son gestos leves que no hacen camino.


Biografía

Biografía

Fernando Peiró Coronado (Alaquàs 1932 – Benicarló 2011). En 1.950 se inicia en la pintura de forma autodidacta y realiza su primera exposición en Benicarló en el año 1.955. Desde esa fecha, ha recorrido las salas de arte más importantes de España. Las raíces de su estilo siempre han estado instaladas en la vanguardia, pese a no haberse integrado nunca en ninguna de las escuelas que han aparecido dentro del movimiento. Autodidacta, el estilo de Peiró siempre ha sido propio y algún crítico de arte ha llegado a decir que Peiró copia a Peiró. En constante evolución, su curiosidad por investigar diversos terrenos le han hecho evolucionar desde el expresionismo hacia una abstracción en la que domina el tono misterioso de sus cuadros, envueltos de cierta poesía y con un tono elitista. Tras la pintura de Peiró siempre se esconde un interrogante. Todos los saltos de su carrera, sin embargo, se caracterizan por una coherencia donde no hay rupturas ni vacíos. El ABC en la década de los setenta llegó a hablar de la Escuela de Benicarló, integrada por Peiró y por Fernando Ferreró. Por aquellos años tuvieron también gran repercusión los trabajos de colaboración que desarrolló junto a José Antonio Labordeta. La inquietud de ambos por descubrir nuevos caminos los llevó a fundir la poesía, el grafismo y la pintura, presentando interesantes propuestas que obtuvieron el reconocimiento unánime de la crítica especializada. Peiró también se ha ganado una bien merecida fama de retratista porque domina perfectamente las técnicas del dibujo, pese a situarse en la esfera de lo contemporáneo. En 2005 Benicarló lo acogió como Hijo Adoptivo después de toda una vida desarrollada en la ciudad, en la que ha vivido todos estos años.

¿Y por qué no este momento?
Ahora mismo estoy viendo desde mi atalaya un hombre vestido de oscuro, en medio de un campo verde. En el fondo sobre él está el mar y el cielo. Sólo se interpone entre nosotros el transparente cristal de la ventana de mi estudio.
En mi estudio hay una puerta que da a la calle y aquí arriba una ventana que me llena los ojos sí, de hombres pequeños que me caben dentro; de verdes; de amarillos; de ocres; de sienas; de violetas; de blancos, de blancos amarillentos; de recuerdos…

Idas y venidas tentando en el vacío auscultando el sonido, la forma y todo oscuro
¡ja, ja, ja!
Pero uno se obsesiona en ser mago ¡ja ja ja ja ja! –lo desconocido en el soporte blanco-virgen– y galopo el viento, ingrávido, lleno de ecos hasta el resquicio de luz. ¡ya está, ya está! que bien
Esto era ayer –vanidoso guiñapo de mago– ja ja ja ja ja… pero nuevamente galopo el viento, ingrávido, lleno de ecos auscultando el sonido, la forma, preguntando.

Fernando Peiró – Abril 1975