En la producción pictórica de la segunda mitad de los setenta van a aparecer insertadas en el plano pictórico una serie de elementos extrapictóricos, generalmente materiales humildes o bastos que evocan ciertos recursos del Art Brut francés y de la pintura matérica europea de los cincuenta, con una fuerte carga experimental en torno a los materiales. La producción de Peiró Coronado incorpora, en esta época, otros materiales como látex, tierras, madera, telas o cartón, buscando así un expresionismo en el límite entre lo Brut y lo Povera.

En los setenta y ochenta se detectan toda clase de incisiones, arañazos, huellas y heridas practicadas por Peiró Coronado en las obras de este periodo. Esta práctica (común a otros artistas como Fontana o Millares), deja entrever un nuevo concepto: el pathos y la gestualidad inherente a ésta. Pero hablar del gesto es también hablar de una nueva relación entre el espacio vital del autor y la superficie pictórica, que deviene, ahora, en un campo de operaciones, casi un escenario de la performance artística. Por otro lado, en estos mismos años, pasamos a un grafismo de corte altamente conceptual, contenedor de significados profundos y altamente íntimos de Peiró Coronado quien, al igual que Tàpies, era ávido lector de textos budistas y taoísta, así como escritos de la mística hispana como san Juan de la Cruz o santa Teresa de Jesús.

texto completo,  consulta catálogo ‘Matèria, cos i Art Brut’. Silvia Tena, 2019

Ecos del Art Brut. Lo sexuado, lo corporal