Analizar la obra que realiza este artista, supone un reto; sobre todo por la profundidad y significado existente en lo que realiza. Empleando distintos medios ofrece una obra cuyo magnetismo poético, emanado a través de la suave mixtura técnica, denota humanismo interior. Esas suaves veladuras, ese colorido tenue, pero sin embargo vigoroso y cálido, amparado en la rotundidad y decisión del trazo, convierten la obra en poética e íntima. Peiró a caminado desde, y hacia, una mixtificación ambiental altamente abstractizante, apoyada en su última época en una compartimentación espacial próxima, ligadas a las trilogías como símbolo de homenaje. Aparecen elementos recordatorios, de ese homenaje personal, que centran la atención y atracción visual, sirviendo el entorno para aclararnos el significado de esa exaltación.

La materia terrosa y arenosa, el collage tanto real como espacial, las formas corpóreas, el horizonte de un algo intuido y un cielo solo dedicado a lo superior, centran casi siempre esa especie de paisajes de fondo en donde lo único que importa es el tema de la partitura; y digo partitura porque la poesía de la que hablé, en absoluto se encuentra desligada de la musicalidad cromática, gestual y temática. Peiró Coronado es un artista “cuyo espíritu vagabundea por nublosas galaxias que todo lo llenan, quedando atrás el recuerdo”. Ello lo digo parafraseando un poema escrito sobre una de sus obras, aunque también pudiera decirse algo similar sobre el resto de sus cuadros. Son precisamente sus últimas trilogías las que más destacan en el conjunto de la obra, por la profundidad que en ellas subyace, al tener el espectador que irlas interpretando, al tener el espectador que ir analizando la obra en toda su perspectiva y profundidad. Sólo cabe decir que es un artista para el que importa no solo el plano sino también el espacio con todo lo que de tridimensionalidad comporta.

JOSÉ GARNERÍA. Crítico de arte. Director del Museo de Villafamés. 1982