Hoy me piden que haga una presentación tuya. Que hable de ti, de tu pintura. Tú sabes que podría hablar mucho, porque durante horas hemos contemplado tus cuadros. Durante horas, en silencio o hablando, hemos convivido allá, en Benicarló, mientras el sol se ponía en dirección a Morella -la gran mole capital carlista- y te conozco, me sé tus vericuetos, tus penas y alegrías, tus colores, tus temas. Pero hay algo que quiero recordarte, aunque sé que tú no lo olvidas:  Era julio y de golpe caímos por tu casa Juana, Miguel, Fernando y yo. Todo fue alegría y Carmen preparó la cena.

Mientras se preparaban esas cosas tan dulces que tu mujer cocina, subimos al estudio y desde allí -Peñíscola surgía de la noche como una nave aislada- contemplamos, por un instante, la huerta que rodea tu casa. Después nos fuiste ensañando las nuevas obras, los nuevos panoramas que ibas inventando –las malas horas que tú y Carmen pasasteis, se iban quedando atrás- y en tus palabras había un aire nuevo, fortalecido por el dolor de las horas amargas, superadas. Tus bodegones entusiasmaron a Fernando. A mí me admiró esa mujer solitaria que reposa su cansancio –un aire velazqueño y cotidiano la descubre- y a Juana le gustó ese retrato de mujer difuminada. Miguel –tú lo recuerdas- apenas dijo nada. Al final, con el aire de niño que le habitaba, te preguntó el precio de esas palomas arrullándose sobre el tejado y tú, a bromas, no quisiste venderlo. Luego mi madre –Miguel se había ido para siempre- recibió aquel mensaje que tú le enviabas como recuerdo de aquella tarde pasada junto a ti. Y ahora, al lado de los libros, de los objetos íntimos, de los papeles de Miguel, reposan tus palomas. ¿Qué otra cosa podría decir yo de tu persona? Una tan solo: Que pintas como eres. Hay en tus cuadros dolor y ternura. Hay en tus bodegones una enorme nostalgia por descubrir una realidad que nos circunda y que, por causas ajenas, permanece alejada de nosotros. Hay en tus cuadros una postura y esto, en arte, es lo más importante. El resto, las palabras son gestos leves que no hacen camino.